La edición francesa de El amor es ciego llegó a su desenlace con emociones encontradas y giros que, aunque esperados en algunos casos, no dejaron de sorprenderme. Cuatro parejas llegaron al altar, pero solo dos de ellas lograron dar el “sí” definitivo, mientras que las otras dos decidieron separarse y poner fin a sus compromisos.
Para muchos espectadores, este resultado no fue del todo inesperado. Las parejas que más conflictos atravesaron a lo largo del programa parecían encaminarse hacia un final difícil. Las discusiones constantes, los malentendidos repetidos y los intentos de sabotear la relación fueron señales evidentes de que la estabilidad no estaba asegurada. Todo apuntaba a que esas uniones se tambaleaban más de lo que se mostraba a simple vista, lo cual terminó por confirmar en la decisión final.
Observaciones
En cierto modo, puede decirse que esas rupturas parecían inevitables, casi como si los participantes hubieran entrado al experimento con reservas o incluso con la intención de provocar el fracaso desde el inicio. Esa percepción de “auto-sabotaje” deja la duda sobre si realmente hubo un compromiso auténtico con la experiencia o si se trató más de una estrategia personal.
Lo descubriremos el 5 de octubre, cuando tenga lugar el encuentro.
Sin embargo, lo que sí, me tomó por sorpresa fue el desenlace de la primera pareja, que muchos no pensaban que llegaría a funcionar. Contra todo pronóstico, lograron superar obstáculos, fortalecer su vínculo y demostrar que, pese a las dudas, era posible construir algo real en un entorno tan poco convencional. Ese “sí” resonó como la gran revelación de la temporada y dio un aire esperanzador al formato.
En conclusión, el final de El amor es ciego: Francia dejó un balance de luces y sombras: dos historias de amor que se consolidaron frente al altar y dos que se quebraron en el último momento. Una vez más, la serie recordó que el amor bajo presión es impredecible y que, a veces, lo que parece evidente termina sorprendiendo.
Calificación: ⭐⭐⭐⭐⭐
